Tuesday, March 17, 2015

The Ray Draper Quintet Featuring John Coltrane

Prestige / New Jazz, 1957

Si bien en los años veinte la tuba ocupó un lugar prominente en la sección rítmica de las bandas de jazz, en gran parte debido a que era más fácil de grabar que el contrabajo en una época en la que la tecnología fonográfica era todavía bastante rudimentaria, su uso fue menguando con la llegada de las grabaciones eléctricas a mediados de dicha década. Cuando encontramos ese instrumento en sesiones durante los años cuarenta y cincuenta, suele ser en el contexto de la recreación del sonido dixieland o, como en el caso que nos ocupa, si hablamos de un músico que trata de experimentar en el terreno del bop o el hard bop. Pero incluso en estas situaciones, los críticos suelen acercarse a este tipo de grabaciones desde el punto de vista de lo extraño, de la rareza, de la excepción que confirma la regla. Nacido en Nueva York en 1940, Ray Draper pasó una gran parte de sus 42 años de vida tratando de reivindicar el papel de la tuba como instrumento solista en el jazz, pero desgraciadamente, a pesar de sus indudables cualidades como instrumentista, su adicción a la heroína supuso un impedimento definitivo para una carrera que bien pudo haber sido mucho más prolífica. Aún así, los dos discos como líder que nos dejó merecen ser escuchados con atención, y al margen de ellos, el legado musical de Draper incluye sesiones junto a jazzmen de renombre como Jackie McLean, Max Roach, Archie Shepp o Sonny Criss. Y por si sus credenciales no fuesen suficientes, Draper estuvo además a la vanguardia de la fusión entre el jazz y el rock a finales de los años sesenta como componente del grupo Red Beans & Rice, cuya trayectoria resultó, sin embargo, demasiado breve.

El joven Ray Draper y su tuba
Los dos álbumes que se editaron bajo su nombre vieron la luz en 1957, cuando Draper contaba con apenas diecisiete años, y ya en el primero de ellos, Tuba Sounds, demuestra el joven músico su capacidad de invención incluso en un instrumento de posibilidades en principio tan limitadas como la tuba. Pero, sin duda, el más atractivo de los dos, y del que es objeto la presente postal, es el segundo, The Ray Draper Quintet Featuring John Coltrane, grabado el 20 de diciembre de 1957 en el estudio de Rudy Van Gelder. En esta sesión, como en la que conforma el disco anterior, encontramos a Draper en formación de quinteto, junto a Gil Coggins al piano, Spanky DeBrest al contrabajo, Larry Richie a la batería y, como ya anuncia el título, John Coltrane al saxo tenor. El propio Draper revela sus cualidades como compositor en los tres primeros temas del elepé: "Clifford's Kappa", "Filidia" y "Two Sons". Quizá debido al papel protagonista de la tuba, los tres cortes están presididos por un tono un tanto fúnebre, pero se convierten en vehículos más que adecuados para que Draper explore las posibilidades interpretativas de dicho instrumento, particularmente en solos que, pese a su considerable duración, mantienen siempre el interés del oyente. En varias ocasiones, Coggins sucede a Draper con solos bien estructurados y hábilmente ejecutados, y en ciertos momentos, Draper y Coltrane tocan al unísono, probando que tuba y saxofón pueden complementarse con éxito. Eso sí, siempre que Coltrane aporta un solo de saxo, con su característico tono enérgico y revestido de una innegable autoridad, sus cascadas de notas dibujan un marcado contraste con la gravedad del sonido de la tuba.

El pianista Gil Coggins
Algunos críticos, como Scott Yanow en la página web de Allmusic, han comparado los solos de Draper con los de Coltrane en este disco y han emitido un veredicto en favor del saxo tenor. Esto me parece, cuando menos, injusto por dos razones principales: en primer lugar, no cabe comparar la versatilidad de la tuba con la del saxo tenor; por otro lado, Coltrane es una de las mayores figuras de la historia del jazz, mientras que el de Draper no pasa de ser un nombre oscuro y más bien desconocido. Además, conviene subrayar la audacia del jazzman neoyorkino al atreverse a enfrentar las limitaciones de la tuba con las prácticamente inagotables posibilidades del saxo de Trane. Aún así, como digo, hay instantes casi mágicos, como el inicio de "Paul's Pal", una pieza compuesta por Sonny Rollins, en los que ambos instrumentos se nos presentan hermanados y apoyándose mutuamente, y en este tema en particular, el piano de Coggins suena casi tan percusivo como el contrabajo, la batería o la propia tuba. "Paul's Pal" contrasta fuertemente con los tres primeros cortes del elepé por el desenfado y la alegría que transmite, algo que también puede decirse de "Under Paris Skies", sobre todo durante el diálogo de carácter más íntimo que se establece entre Draper y Coltrane, con la ayuda inestimable de Coggins, que firma aquí una de sus intervenciones más logradas. Trane no participa en el tema que cierra el disco, una breve versión prácticamente a dúo entre tuba y piano del eterno standard de Ray Noble "I Hadn't Anyone Till You". Lejos de acusar la falta de Coltrane, esta interpretación es testimonio de la habilidad e imaginación de quien maneja la tuba y, a pesar de que concluye de una manera algo abrupta, acaba por convencernos de que, después de todo, quizá a Draper no le faltaba razón al reivindicar la tuba como instrumento solista en el jazz. Es, pues, una lástima que este álbum no goce de mayor reconocimiento y que Draper, diezmado por su drogadicción, no fuese capaz de mantener a flote una carrera que pudo ser todavía más interesante de lo que fue y que terminaría trágicamente en 1982 cuando el músico, ya limpio de narcóticos, fue asesinado a sangre fría por el líder de una banda de delincuentes juveniles que acababa de atracarlo a la salida de un banco.

John Coltrane y su saxo tenor brillan en una sesión diferente y sorprendente.