Riverside, 1957
Hace escasos días, Dan Nappo, buen amigo y compañero de la University of Tennessee at Martin, me trajo de un viaje a California un ejemplar de un disco de
Coleman Hawkins que no figuraba en mis estantes, una verdadera maravilla titulada
The Hawk Flies High. Y no sé por qué nunca había adquirido yo este elepé, pues es uno de los de mayor interés entre los varios que Hawkins grabó en los años cincuenta y sesenta, la parte final de su dilatada carrera discográfica, pero en todo caso, agradezco enormemente a Dan el haber subsanado esta inexplicable falla en mi colección jazzística. Coleman Hawkins—apodado, como el propio título de este disco indica,
The Hawk o
Bean—es mucho más que uno de los músicos más legendarios de la historia del jazz. Es, más bien, una figura ubicua en el universo de esta música y su nombre permanecerá para siempre ligado al saxo tenor, instrumento que ayudó a popularizar en las grandes orquestas de los años veinte y treinta, y a cuya revitalización e innovación contribuyó dentro del contexto del jazz moderno a partir de los años cuarenta. Hawkins era un hombre imponente tanto física como musicalmente cuando se subía al escenario, y era reverenciado y temido por igual, ya que la naturaleza competitiva que lo caracterizaba lo llevaba a no amilanarse jamás cuando se trataba de dejar en evidencia a cualquier otro saxofonista tenor que se atreviese a desafiarlo durante una
jam session.
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The Hawk con un joven Miles Davis |
Si bien su aprendizaje musical tuvo lugar en la famosa orquesta de
Fletcher Henderson, de la que no tardó en convertirse en estrella absoluta, el estilo personal, fácilmente maleable y cargado de
swing de Hawkins le aseguró un lugar en la génesis de esa revolución que fue el
bebop, y así fue de los primeros en grabar con algunos de los gurús del nuevo estilo, como por ejemplo
Thelonious Monk,
Dizzy Gillespie,
Miles Davis o
Don Byas, a mediados de la década de los cuarenta. Y aunque, llegados los cincuenta, su producción discográfica había disminuido ostensiblemente, el álbum que nos ocupa representó una suerte de regreso para el Halcón, que seguiría registrando magníficos discos—algunos de ellos asimilando incluso los ritmos más innovadores del momento, como la
bossa nova—prácticamente hasta su muerte en 1969. Producido por el renombrado
Orrin Keepnews y grabado en dos sesiones celebradas el 12 y el 15 de marzo de 1957 en Nueva York,
The Hawk Flies High es el único trabajo de Hawkins como líder para el sello Riverside y constituye una buena muestra del carácter abierto e integrador de su música. Al parecer, Keepnews le ofreció la oportunidad de elegir a los músicos que lo acompañarían en este proyecto, y Hawkins decidió que deseaba que fuesen, en su mayor parte, hombres jóvenes con ideas frescas enraizadas en el
bebop. De ahí que la banda incluya a
J.J. Johnson al trombón, el a veces infravalorado
Idrees Sulieman a la trompeta y una sección rítmica estelar compuesta por
Hank Jones al piano,
Barry Galbraith a la guitarra,
Oscar Pettiford al contrabajo y
Jo Jones a la batería.
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El trompetista Idrees Sulieman |
Y con una banda de este calibre sería ilógico no ofrecer amplio espacio a cada instrumentista para demostrar su talento, así que, por supuesto, todos los componentes del grupo, disfrutan de ocasiones para desarrollar sus ideas musicales en interesantes solos, pero ya desde el corte inicial,
"Chant", un original de Hank Jones, parece indudable que el verdadero protagonista del disco será el saxo tenor de Hawkins. Esto es todavía más evidente en la maratoniana
"Juicy Fruit", una pieza de más de once minutos escrita por Sulieman basándose en estructuras de blues, que da la oportunidad al Halcón de dejar bien claro que él es el líder de la sesión y que se encuentra plenamente a gusto en compañía de este conjunto de modernistas. Las aportaciones de Johnson al trombón, Sulieman a la trompeta y Jones al piano enriquecen un tema que se halla entre los fundamentales del disco. La pieza que cierra la primera cara del elepé,
"Think Deep", ralentiza considerablemente el tempo, como si su cometido fuese prepararnos para lo que nos espera una vez le demos la vuelta al disco: una excelente versión de
"Laura", la balada que
David Raksin compuso para la película homónima dirigida por
Otto Preminger y para la que
Johnny Mercer escribiría una de sus letras más evocadoras. Hawkins prueba aquí que a finales de los años cincuenta se encontraba todavía entre los mejores baladistas al saxo tenor, y extrae toda la profundidad emotiva de la melodía de Raksin, apoyándose en una sección rítmica de enorme elegancia y ayudado por un igualmente maravilloso solo de trombón a cargo de Johnson.
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El trombonista J.J. Johnson |
La oportunidad de escuchar breves solos de guitarra y contrabajo de Galbraith y Pettiford respectivamente llega en
"Blue Lights", composición de
Gigi Gryce que se erige en vehículo perfecto para el lucimento de todos los participantes y en la que Hawkins aparece como un músico más, esperando su turno pacientemente casi hasta el final del tema. El disco se cierra con
"Sancticity", la única aportación original del propio Hawkins al repertorio de estas sesiones, una pieza en la que algunos críticos han subrayado, y con toda la razón, la influencia de
Count Basie. El álbum fue reeditado en CD en 1987 por Original Jazz Classics (ésta es precisamente la versión que me regaló mi amigo Dan), y en 2008 salió a la luz una nueva reedición dentro de la serie de la Keepnews Collection, con sonido mejorado y notas más completas, pero sin cortes extra, ya que, por lo que parece, las dos sesiones dieron como fruto únicamente seis grabaciones. Pero se trata de un fruto delicioso, un disco imprescindible que supuso el regreso de un Hawkins que en realidad jamás se habia ido, pues su presencia ha sido y será siempre ineludible dentro del mundo del jazz, pues al hablar del Halcón hablamos por derecho propio, y con absoluta propiedad, de un gigante del saxo tenor.
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